El joven indio Kokto Kurian, de una familia
con pocos recursos y huérfano de padre, hoy es sacerdote y párroco en Kohima,
su tierra. Recién ordenado sacerdote y escribiendo desde su primera parroquia,
el joven padre Kokto Kurian agradece la generosidad de todas aquellas personas
que colaboran con la campaña de Vocaciones Nativas y que han hecho posible que
hoy él sea sacerdote.
Parece una coincidencia, pero su parroquia
está dedicada al santo patrono de las vocaciones, San José. Aunque es una
pequeña parroquia en la aldea de Chumukedima, de esta parroquia dependen otras
once aldeas y dos institutos de educación secundaria católicos, de los que el
joven sacerdote es el capellán. En esta zona de la India, la más oriental,
encima de Birmania, más del 80% de la población es cristiana, por lo que el
nuevo párroco de San José se verá arropado por un entorno menos agresivo que en
otras partes del país.
En una carta dirigida a la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, promotora de la campaña de las Vocaciones Nativas en
países de misión, Kokto se presentaba con sencillez: “Soy hijo del señor Titus
Meremon y de la señora Elizabeth Ningtsashe. Tengo dos hermanos y tres
hermanas. Pertenezco a la tribu Yimchumgrii Naga, de Nagaland. En el año 1992,
perdí a mi padre y fue mi madre sola la que nos sacó adelante con grandes
sacrificios”… Con seis hijos y viuda, la madre de Kokto logró que cuatro de sus
hijos encontraran trabajo y se casaran. Kokto quiso ser sacerdote y lo ha
logrado. La hija pequeña también sintió que Dios la llamaba y hoy es religiosa
de la congregación de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento.
Hoy, el sacerdote recuerda con cariño estos
últimos años en el seminario del Buen Pastor de Kohima: “Aprecio la libertad
que se nos dio a mí y a mis compañeros para actuar como adultos responsables
que quieren ser sacerdotes… recuerdo los momentos de oración y la vida en
comunidad que sin duda alguna consolidaron mi vocación”. El medio centenar de
seminaristas de Kohima siempre han tenido a su lado el apoyo de San Pedro
Apóstol, una de las cuatro Obras Misionales Pontificias, que se ocupa de que
estas vocaciones no se pierdan por falta de recursos económicos.
De
ahí el agradecimiento de Kokto: “También me doy cuenta de que todo el bienestar
material de que he gozado estos años es gracias a la ayuda y a los sacrificios
de muchas personas buenas… Personas que trabajan y colaboran por la Obra
Pontificia de San Pedro Apóstol… Les recuerdo a todos en mi misa diaria”.
Fuente: OMPRESS