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miércoles, 24 de septiembre de 2014

54 AÑOS DE VIVENCIA MISIONERA


Nací en Tortosa en 1937  y entré en la Compañía de Santa Teresa de Jesús en 1958. Durante el noviciado  me ofrecí para  América Latina e desde 1961 estoy en el Brasil.  La situación  política cuando llegué  era muy inestable   y el temor de que el país cayese en el comunismo,   como ocurrió en Cuba,  era  grande en todos los sectores de la sociedad.
Mi primer destino fue Río de Janeiro, como educadora y estudiante universitaria.  En 1964  por  un  golpe militar, cayó el gobierno  constituido y entramos en una dictadura. En el primer momento, la Iglesia que temía el comunismo, acogió y apoyó  el nuevo gobierno, pero en breve, con  las persecuciones  a líderes cristianos y a  otras personas  y la falta de libertad,  tomó consciencia  de  la situación del pueblo  y  se colocó proféticamente en defensa  de la verdad y la justicia. Durante muchos años, la única voz  de oposición en el Brasil, la única voz profética y de  defensa de los derechos de los ciudadanos fue  la Iglesia.  Tuvimos Santos Obispos   que fueron profetas, servidores, otros Cristos...
 El Vaticano II había  lanzado el fuego del Espíritu y  se deseaba por todas partes la renovación de la Iglesia. Con Medellín en 1968,  los Obispos de América  Latina  tomaron más conciencia de la realidad  de sus pueblos, de la pobreza extrema en que vivían nuestros hermanos y  de la urgente necesidad de evangelización. Se percibió  la necesidad de dar, a partir de frentes misioneras  de religiosos (as), formación a las comunidades cristianas de todo el continente, de modo especial en  las regiones  alejadas  de los centros urbanos. Como medio principal  a través  de  la Palabra de Dios, que a través del método ver, juzgar, actuar y celebrar, dio origen a las múltiplas  comunidades eclesiales de Base.

La Conferencia de los Obispos del Brasil en 1972  hizo una llamada insistente a las Congregaciones Religiosas para que  fundasen comunidades  insertas en los poblados del interior   de las regiones  del Norte y Nordeste del Brasil,   casi todas próximas a la Amazonía. Las congregaciones Religiosas  y entre ellas las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, respondimos con generosidad y   creamos comunidades   en regiones apartadas,  del interior del Brasil. Nosotras  en   los estados del Marañón y del Pará y después en Goiânia y otras.  Trabajando junto a los pobres mas pobres, evangelizando y  ayudando a construir el Reino de Cristo, a través de la catequesis,  la formación de la mujer, los núcleos de alfabetización, el trabajo en Parroquias,  en  centros sociales para los niños, grupos bíblicos, formación profesional,   pero principalmente por  su presencia en medio del pueblo como fermento en al masa.
Como teresiana  y misionera  participé de todo este movimiento,  deseaba ardientemente  en los años 70,  ir para esas regiones del Norte del Brasil, pero a través de un  discernimiento, vi  que mi misión era abrir caminos,  concienciar  a las hermanas, a los educadores,  para la opción por los pobres y la educación liberadora evangelizadora. Sentí esta vocación  muy fuerte, dentro de la vocación  teresiana. En toda mi vida,  en todo lo que la Compañía  me pidió, tanto como  educadora, directora de escuelas y obras, formadora, provincial.  Tengo  claro que  para construir el Reino  se ha de optar por los pobres como Jesús.  En esta fase abrimos varias comunidades insertas en favelas. Cada obra escolar que teníamos creo una filial   en vilas o favelas próximas.  En Río,  llegaban también muchas jóvenes emigrantes de las Regiones del Nordeste del Brasil para ser  empleadas domésticas. Creamos  para ellas una obra educacional gratuita.   Casi todas  eran de raza negra, pobres, muchas analfabetas. La escuela nocturna de Primaria y Secundaria,  llegó a tener 500 alumnas. Todas mujeres, por nuestra opción por la mujer  tan despreciada  y  sin medios para formarse  en todos  los aspectos. Recibían  también además  de formación intelectual y  religiosa, formación profesional.
Hoy tengo casi 78  años, estoy como secretaria de la Provincia, no tengo  por la edad, las condiciones que tenía hace años para el trabajo misionero específico,  pero mi misión no terminó. Continuo esforzándome   por  la  Construcción del Reino,  que solo puede  realizarse  si  nos empeñamos  hasta la muerte, como Jesús, para que los pobres sean evangelizados y haya paz y justicia en el mundo.