¿Por qué los pastores fueron los elegidos? ¿Qué hay de especial en estos "últimos" del pueblo de Israel, que no se daba en los que se encerraron en sus casas ante la llegada de María y José? Cuando ellos llaman a la puerta de aquellos lugares de Belén pidiendo alojamiento, los espacios están saturados. No había sitio para ellos. Solo encontraron lugar en medio de la pobreza y de los despojados. "Vino a su casa, y los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11).
El Hijo de Dios Sigue llamando a la puerta del corazón de los hombre; lo hace de manera callada, pero insistente. Al otro lado del umbral, solo se ven seres necesitados: niños abandonados o excluidos, víctimas de las guerras o de la indiferencia, personas marginadas o parados. La justificación del portazo es que los corazones, las mentes y las "casas" de aquellos habitantes de Belén estaban repletos de ideas, ocupaciones y otros menesteres. Dios había sido excluido de sus vidas, porque ya no le necesitaban. Solo quienes tenían la mente y el corazón puestos en Dios y estaban vigilantes pudieron oír y descubrir al que llamaba a la puerta. Después se dieron cuenta de quién era; descubrieron que "en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros", como dice Evangeli gaudium (n. 179)
Quien nace en Belén, reconocido y acogido por pastores, Es El Hijo de Dios, que ha entrado en la historia ofreciendo, con su nacimiento, un brote de vida nueva para toda la Humanidad; un brote de amor, de verdad, de justicia y de paz. Aparentemente no era más que un niño a quien los pastores descubrieron pequeño, pobre y débil, a pesar de ser inmenso, rico y omnipotente. Y, en la debilidad y fragilidad de aquel pequeño, supieron ver la presencia de Dios; por eso lo adoraron. Descubrieron en El otro a Dios.
La bella historia de amor de unos pastores que encuentran a Dios en aquel niño se repite, día tras día, en la labor de los misioneros y misioneras, quienes también ven a Dios, y le adoran, en los mas pobres. Y es que, en realidad, en ellos está Dios.
Anastasio Gil García
Directora Nacional de Obras misionales Pontificias España