
Para ellos, como padres, era una experiencia que hace tiempo soñaban hacer, movidos por su espíritu misionero de compartir la fe. No era nada fácil lanzarse a esta aventura, en un lugar nuevo como era la Amazonia, con otra cultura diferente y grandes retos a los que enfrentarse, especialmente la adaptación de los hijos en edad escolar a esta nueva realidad. Para los chicos fue muy difícil entender a sus padres en esta decisión, era como dar un salto en el vacío. La familia tuvo que escuchar palabras duras: "Están locos, no saben dónde van, con una familia numerosa a la otra parte del mundo, en la selva ecuatoriana".
Pero su fe en Dios, Padre providente, era tan fuerte que no dudaron en ponerse en sus manos con la convicción de que era posible correr el riesgo. Y aquí llegaron, a la misión de Puyo, una pequeña comunidad acogedora con una gente también acogedora, donde todos hicimos el esfuerzo por facilitarles el camino del día a día, porque formaran parte de una familia más amplia donde todos se preocupan de todos.
Especialmente se dedicaron a la formación en pastoral familiar, con charlas a matrimonios, atención a parejas con problemas, y también en la labor educativa. Álex, además, hizo un gran trabajo en Radio Puyo. Han sido cuatro años que no olvidarán nunca; compartirán con gozo su experiencia y les dirán que ha valido la pena correr el riesgo para vivir el espíritu misionero de ser una Iglesia en salida.
Han sido punto de referencia para muchos. Hoy regresan a su país, y quizá ahora sean los hijos los que desearían seguir aquí: ya hicieron sus amistades y les costará despegarse de este espacio. Pero la vida sigue, y han pensado como familia que es el momento de regresar. Que allá donde aterricen encuentren la acogida que aquí sintieron y sigan siendo como Jesús nos dice a todos: luz del mundo y sal de la tierra. Les vamos a echar mucho en falta.
Mons. Rafael Cob, Obispo de Puyo
Fuente: Alfa y Omega 19 de Julio de 2018