Capenda es una pequeña población del norte de
Angola en la que la mayor parte de las casas se alinean al lado de la carretera
que la atraviesa. Si esta carretera, apenas asfaltada, se sigue hacia el norte
se llega a Dundo, donde reside el obispo de una diócesis del tamaño de
Andalucía. De hecho, se tardan 10 horas en llegar hasta Dundo, que
prácticamente está en la frontera con el Congo.
En Capenda no hay luz, así que, cuando oscurece, la
vida de sus habitantes, como la de los animales del lugar, se adapta a la
noche. Por eso, el padre Mateus José ha solicitado a la Obra de la Propagaciónde la Fe, nuestro DOMUND, una ayuda para comprar un generador eléctrico. Son
3.500 dólares. Tristemente, un capital para Capenda. Tristemente, porque es una
zona rica en oro y diamantes. Un diamante – no de los más grandes - de los
muchísimos que se extraen en la región habría bastado para comprar el
generador. Pero, como en tantas otras zonas de África las riquezas no siempre
llegan a los que están más cerca.
Este territorio del norte de Angola fue uno de los
más afectados por la guerra civil que sufrió Angola durante decenios, y, aunque
la paz se firmó en el 2002, todavía hoy son palpables las consecuencias de los
años de conflicto. Incluso en Dundo, la “capital” de la diócesis, el DOMUND
también ha tenido que ayudar para comprar otro generador. La corriente falla
continuamente en la ciudad y, en la casa de la diócesis, donde se forma a los
catequistas, no es raro quedarse a oscuras. Son las consecuencias de casi medio
siglo de guerra e inestabilidad. Para pagar esta guerra salieron grandes
cantidades de diamantes al extranjero. Aquí la riqueza no se convirtió en
escuelas, ni carreteras, ni hospitales, sino en balas y minas antipersona, de
las que hay miles enterradas.
La Iglesia de la misión de Capenda se construyó en
1970, y desde ella se atiende a los 600 fieles de la localidad y a los más de
3.000 esparcidos en las cercanías. En enero de 2014 se constituía en parroquia
dedicada a Nuestra Señora de la Salette. Todo un homenaje a los misioneros de
la Salette que vinieron de Suiza hace ya casi 100 años. Gracias a su esfuerzo y
el de tantos misioneros, la Iglesia de Angola mira con esperanza el futuro.
Fuente: OMPRES.